Fent veure que escric des de 1997
dimarts, 4 d’agost del 2015
14. Dicen que nuestras sombras se reúnen cuando dormimos - Cuentos para Guewen
dijous, 19 de març del 2015
La magia de los lugares
Salí a la calle siguiendo a Mo, que estaba inusualmente alegre y despeinada, con gotas de lluvia presas entre las hebras de su cabello. Fuera el cielo era gris oscuro: se olían los truenos y se degustaban los rayos. Era un día de esos en los que prefiero desaparecer de la Guarida de la Magia y encerrarme en algún bar de mala muerte en el que nadie pudiese encontrarme. Pero ese día, Mo me había encontrado. Frente a la puerta del edificio, sin chaqueta, sin nada más que un nombre que recordar. Y sonriente y empapada, me había recriminado quedarme allí plantado sin hacer nada.
- Hoy es un buen día – había dicho cuando hube prestado atención en ella.
- ¿Para qué? – mi voz había sonado rota y crujiente como el cristal.
Para enseñarte mi lugar favorito.
Y ahora me encontraba siguiéndola, caminando deprisa hacia el centro. Si la lluvia la molestaba, no daba signos de importarle. Sin embargo, a mí me estaba calando los huesos, hasta tal punto que lo único que oía eran mis dientes castañeando. Aunque quizá no era del frío.
Las calles estaban prácticamente vacías, ocupadas solo por unos cuantos insensatos que corrían bajo paraguas de colores oscuros. Aunque quizá nosotros dos eramos los más insensatos en aquella ciudad, que corríamos sin mirar dónde pisabamos y nuestros pies se quejaban.
En ese momento una bicicleta pasó cerca de nuestro camino y nos mojó por completo.
Mo, con la boca abierta y con la incredulidad dibujada en sus ojos, miró primero su camiseta, luego lo que quedaba de la mía, y más tarde, me miró a los ojos. Entonces se echó a reír como si no lo hubiese hecho en años, logrando que mis labios sonrieran en lugar de llorar. El frío pasó a un segundo plano, y, sorprendidos por un arrebato de lujuria, empezamos a saltar los charcos, logrando que ese frío pasara a ser parte de nosotros mismos.
Y luego paró.
- Aún no te he enseñado mi lugar favorito.
Asentí, y empecé a caminar. Quizá cogía una hipotermia, pero lo haría feliz.
Las escaleras de la catedral parecían charcos brillantes de mar, que a cada paso escondían peces grises. Nos metimos por un callejón estrecho a la izquierda del gran edificio y no fue necesario que me lo dijese: era allí.
Grandes cascadas de lluvia caían de las tejas altas de la catedral, creando focos demasiado redondos para ser reales. Pero lo eran, y tras mirarnos fugazmente, Mo y yo nos sumergimos en aquellas cascadas de mar irreales, logrando que nada de nosotros quedara seco para revelar el secreto o escapar.
diumenge, 1 de febrer del 2015
6. El hombre del rostro cambiante, Primera parte - Cuentos para Guewen
- Guewen, ¿quieres que te cuente una historia?
El pequeño niño de ojos castaños desvió la atención del río para mirar a su compañero, el hombre vestido con ropas deshechas que vivía bajo el río. Asintió con fuerza, expectante hacia la nueva historia que le contaría su amigo.
El hombre le miró con cariño y tras unos segundos prosiguió a contarle el relato.
- Se dice que estos barrios existe una persona especial, una persona capaz de cambiar de aspecto si así lo desea. Cuentan que se le ha visto con más de cien rostros diferentes, y que cada vez que cambia, la luna llora porque tendrá que empezar su búsqueda de nuevo.
- ¿La luna llora, Bansan?- preguntó curioso el niño.
- Pues no lo sé, niño, pero si no me dejas no podré continuar la historia - Guewen se tapó la boca con las dos manos, acto que hizo reír a Bansan.
- Y la luna, entristecida - el hombre miró al pequeño indicándole que no interrumpiera -, baja y cobra forma humana para poder encontrarle una vez más. Y los mortales, que no comprenden que la luna está triste, buscan explicaciones astrológicas a este hecho y lo llaman eclipse, cuando en realidad, la luna vaga entre ellos con dos piernas y la tez blanca.
El niño, sin dejar de mirar a Bansan, empezó a arrancar plantas que crecían al borde del río. El hombre supo que Guewen se moría de ganas de preguntar algo acerca de la historia, y con un suspiro, dijo:
- Dime, Guewen.
- ¿Cómo es la luna en forma humana?- preguntó entusiasmado.
Bansan dudó antes de contestar, pero los ojos del niño brillaban de una forma distinta a la usual. Estaba emocionado y quería conocer todo sobre la luna y el hombre cambiante.
- Es…- buscó la manera de decirlo, pero las palaras se atragantaban en su boca -. Es hermosa.
- ¿La has visto?- el hombre sonrió con franqueza, a pesar de la espesa barba que le tapaba medio rostro.
- De hecho, sí. Coincidí con el hombre cambiante una vez.
- ¿Cómo supiste que era él?
- Porque a su lado estaba la criatura más pura que jamás había visto. Era blanca y brillante, humana y no lo era. Su cabello caía como finas hebras plateadas hasta el suelo, y su piel era como el reflejo de la luna en el agua, transparente y pálida, cándida. Cuando la vi, yo estaba viviendo aquí, bajo el puente, observando el eclipse que me había pillado desprevenido.
- ¿Y qué hizo?- preguntó el niño en un susurro.
- Ella… tocó la frente del hombre cambiante y cuando lo hizo, un destello me cegó. Después todo volvió a la negrura de la noche y lentamente, la luna volvió a su lugar.
Guewen aspiró con fuerza y volvió a mirar las aguas que corrían río abajo.
- ¿Qué pasó con el hombre cambiante?
- No lo sé. Cuando volví a adaptarme a la noche, él ya no estaba.
- ¿Crees…crees que la luna lo ha matado?- la voz del niño sonó temblorosa, un susurro.
- La verdad, no lo creo. La luna no es la clase de persona que mataría al hombre cambiante. Más bien creo -dijo tras una pausa -, aunque es mi humilde opinión, que está enamorada de él, y por eso se esfuerza en bajar a buscarlo cada vez que ha cambiado.
Bansan le pasó una mano por el cabello rubio a Guewen, alborotándolo.
- Pero no te preocupes por él, Guewen. Estoy seguro de que se las apaña bien.
El niño le apartó la mano entre risas y sacó los pies del agua. Se estaba haciendo tarde.
- Bansan, tengo que irme. La señorita Tessa me estará buscando.
Bansan sonrió, como cada vez que Guewen se marchaba, a modo de despedida. El pequeño corrió hasta la calle,y unos metros por encima de Bansan, gritó:
- ¡Bansan! ¡Algún día lograré ver la luna yo también!
Y a pesar de que él ya no le escuchó, Bansan respondió con voz triste.
- Sí, algún día lo harás.
dissabte, 24 de gener del 2015
Mota de polvo
Pero al fin y al cabo, lo que puede relucir una mota de polvo es ínfimo en comparación con el resto de la suciedad que la oprime
Es muy fácil no verla. Es muy fácil olvidarla y no percatarse de su presencia.
Pero ella sigue pensando a lo grande y sintiendo apasionadamente.
dilluns, 5 de gener del 2015
Pequeños grandes homenajes
Esta lista está formada por una serie de cosas – ya sean canciones, libros, series, pelícuas o lugares – que me han motivado durante este último año y a las que creo que les debo un gracias. Por lo tanto, les haré un pequeño homenaje a cada una.
Hay doce: una para cada mes. Mi intención es hacerlas todas el mismo número del mes porque como menos margen tenga menos me escaqueo.
Ahí va la lista.
Bitterblue y Katsa. Próximo Pequeño Grande Homenaje. |