dimarts, 4 d’agost del 2015

14. Dicen que nuestras sombras se reúnen cuando dormimos - Cuentos para Guewen

¿Adónde va tu sombra por la noche, mientras duermes?
Cuando uno se va a dormir y apaga la luz, siendo todo oscuro y silencioso, no sospecha que a pesar de la escasez de luz su sombra aún prevalece, latente, a la espera de que el sueño se lo lleve y poder alejarse con plena libertad. Bien, ahora ya lo sabes, Guewen.
¿Pero dónde se dirige?
Hay varias teorías sobre ello. Unos dicen que depende del carácter de la persona: si le gusta frecuentar bares, su sombra reproducirá sus pasos; otros, totalmente lo contrario: que las sombras tienen su propio carácter, como entes independientes. Hay quien dice que vagan por las calles sin rumbo fijo, tan solo dejándose mecer por el viento. Que se colocan en las zonas luminosas para poder verse. Que se esconden tras la oscuridad más profunda para poder dormir. Que ni tan solo salen, solo desaparecen.
Pero eso no es cierto. ¿Qué cómo lo sé? Por qué las he visto.
Había perdido la noción del tiempo hacía horas, o minutos. Lo que sé es que era un momento entre las cinco de la mañana y la salida del sol: la hora en que sentí la necesidad de ir hasta el puerto y la hora en que volví.
Lo que me llevó hasta allí lo ignoro. Quizá estaría demasiado dormida para pensar con claridad pero no lo suficiente para que mi sombra se largase. Así que en lugar de quedarnos ahí nos arrastramos hasta el puerto. Quizá mi sombra es muy impaciente. Eso no lo sé.
Pero a medida que llegábamos pude reconocer que había seres que nos acompañaban: rincones de la calle que eran más oscuros y caminaban con nosotras, hacia el mismo destino. Aunque en ese momento lo achaqué al cansancio, poco a poco me di cuenta de que tenían su propia fisonomía y su propio andar. Algunas incluso parecían reír. O eso me pareció ver entre mis ojos achinados.
Hasta que llegamos al puerto y no me cupo duda alguna de que se trataba de sombras. Sinuosas siluetas oscuras que se sentaban en el muelle, que hablaban silenciosamente y reían sin sonido. Sombras que se reunían a ver el amanecer, como comprobé momentos después, cuando todas hubieron llegado y se quedaron muy quietas a ver como la luz del sol les bañaba el ¿rostro? Y como se ensanchaban sus ¿espaldas? Y como el amanecer les daba vida. Eso es. Vi el amanecer revitalizar a las sombras de todos los soñadores.
Pero el sol avivaba las sombras y me despertaba a mí, y a medida que me despertaba, las sombras se iban difuminando, hasta que el sol salió por completo, mis ojos se abrieron, y solo estábamos yo, el amanecer, y mi sombra.
Esto solo lo he visto ocurrir en singulares ocasiones. Y como todos, mi teoría es esta: que nuestras sombras se reúnen cuando todos dormimos para ver los amaneceres más bonitos desde el puerto.


¿Te he dicho ya que soy sonámbula?


Con cariño y ganas, Maraya

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